Cuando saqué el billete a Chicago, pensé en aprovechar el día en Nueva York pero tampoco mucho no fuera a ser que no pudiera dejar la maleta grande en algún lado, así que los saqué para la tarde, las 15:40. Es un viaje bonito, vas por la costa de los lagos y la vista es fantástica. En NY anochece a las 17:00 como muy tarde. Así que imaginaros las vistas de noche que tuve.
El asiento se reclinaba bastante bien, tenía reposapies e incluso se subía la parte de abajo. Era amplio y había espacio más que de sobra para las piernas. Los peros (sí en plural), no tenías dónde dejar los brazos, y mi espalda no se hizo nunca al asiento. Resultado, la espalda hecha un ocho. Ojo! que yo dormí, no sé el resto, pero la gente no me miraba mal.
Me desperté de noche, así que forcé el sueño (no me costó mucho sólo encontrar la postura entre la docena que probé) unas horas más, al menos que entrara luz natural. El lago hacía tiempo que lo habíamos pasado de noche. Así que ahora estábamos en mital de Indiana, en una zona parecida a Castilla por el paisaje, pero con pequeños lagos entremedias.
Sobre las 7 de la mañana el chaval que estaba delante mio, Braendon (o algo así, no era Brandon), se me acercó para charlar. Muy majete. Había estado 3 años fuera, por Australia, Laos, Camboya, Thailandia y la India. Había tenido que volver antes ya que le había rajado con una botella rota una turista loca (pero loca de verdad, con cortes en los brazos y cosas así). Me enseñó las cicatrices (sin mariconadas que os conozco) con sus puntos y todo.
Fue ameno conversar con alguien y hacernos entender.
El tren llegó con media hora de retraso, pero bueno el hostel quedaba cerca. Decir que el hostel Parthenon me lo recomendó un mexicano que conocí en el hostel de NY que había venido en tren. Justo al revés que yo. Me dijo que quedaba cerca de la estación a 10 minutos, así que estupendo.
Estaba realmente cerca, en lo que se llama el barrio Griego. Me recibieron muy bien, pero no tienen ascensor, y me alojaron en la segunda planta y las escaleras eran infernales, me recordaron mucho a las de la casa de la abuela Mercedes, pero más altas y más estrechos los escalones, y de lejos mucho más ruidosas. Había un piso primero, pero también un tercero. Asi que pudo haber sido peor.
La habitación era de ocho personas, pero por suerte sólo había un agradable chico indio, muy majete. Como llegaba con la espalda reventada, se ofreció a darme un masaje... decliné amablemente.
Me acomodé, una ducha, las zapatillas de casa... Gustazo. A eso de las dos y media, fui a comer al Mr. Greek, a 50 pasos del hostel. Una pita imposible de cerrar de pollo (lo menos había una pechuga entera ahí dentro) unas patatas (para un regimiento) y queso feta, que como no entra en la pita te lo ponen aparte, aquí te ponen como 100 gramos de queso. Salí rodando.
Pasé la tarde escribiendo las entradas que faltaban de NY y viendo la tele, con el chico indio y una chica de color. La chica veía la tele y nos puso una peli de Alec Baldwin, (Atajo a la felicidad o algo así) mientras consultaba facebook por el móvil y escuchaba algo por los auriculares, además nos comentaba los mejores momentos de la peli.
Cuando se fue el chaval indio me dijo que estaba un poco loca, de verdad. Como necesitaba algo para subir las fotos y no tenía, fui a dar una vuelta, aproveché para comprar unas maquinillas desechables para afeitarme y algo para arreglarme la barba y sobre todo el bigote. El resultado de la búsqueda son unas tijeras sin punta y un peine pequeño. La risa peinarse el bigote. No hace tanta gracia cuando se engancha. Tengo que hacerlo con la barba húmeda.
Sobre las 8 subí a la habitación, y me quedé dormido como un tronco.
Ciao.
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