VIAJE Y LLEGADA A SAN FRANCISCO

Efi llegó unos 15 minutos antes de que saliera el autobús. Llegó además acompañada por uno de los chicos del Hostel, que le ayudaba con las maletas. Lleva dos y ninguna ligera. La grande además no tiene ruedas. Todo un campeón, ya que hicieron el camino andando.

El trayecto hasta San Francisco son 23 horas y media, pero lo mejor de todo es que no sólo no es directo, sino que además cambiamos de autobús tres veces. Efi no me da mucha conversación ya que aprovecha los viajes para dormir lo que no duerme el resto del tiempo, o eso dice ella. El trayecto es el siguiente:
  1. Seattle - Portland, de 18:30 a 22:15. Paramos en Portland una hora y cuarto. Ceno unas galletas, unos cacahuetes o algo así, no lo recuerdo bien, y una Sprite. Cambiamos de autobús y de conductor.
  2. Portland - Medford, de 23:30 a 5:25, media hora de parada, no cambiamos de autobús y tampoco de conductor. El que sube es un tipo asiático que no se le entiende nada al hablar (dice Sacaramelo en vez de Sacramento) y conduce fatal, el viaje, si cabe, se vuelve más incómodo. Tengo que aclarar que los conductores de autobús también hacen las veces de locutor y nada más arrancar después de cada parada te dicen las normas y te recuerdan el trayecto que queda por delante y cosas así, es más o menos importante saber lo que dicen cuando tienes que cambiar de autobús, eso piensa Efi. Yo soy de la opinión de preguntar siempre en las paradas. 
  3. Medford - Redding, de 5:55 a 9:25, aclarar que hicimos una parada  a las 8 en medio de un pueblecito con una tiendita que vendían cosas de comer, cerca de la autopista. Allí desayuné un batido de chocolate y los dos últimos muflings, o como, se escriba.
  4. Redding - Sacramento, de 9:45 a 13:35. Otro cambio de autobús. Teníamos algo de confusión porque todos los conductores iban dirección Sacramento y no San Francisco. Estuvimos una hora y veinticinco minutos parados.
  5. Sacramento - San Francisco, de 15:00 a 17:00. Sólo recuerdo que era hora punta, y que la autopista estaba llena de coches. 
No recuerdo a qué hora llegamos, sólo que ya era de noche, pero claro, aquí anochece bien pronto, lo mismo llegamos a tiempo y todo.

Me despido de Efi y voy hacia mi hostel. Voy con el mapa en la memoria, y como es de esperar me pierdo un poco. Pregunto a un señor y después de un minuto de indicaciones me pregunta si hablo español, le digo que sí. Es argentino, curiosamente yo no lo notaba cuando hablaba en inglés. Me indica perfectamente.
Cuando me encuentro en la calle, Sacramento por cierto, veo que en un momento de la misma, tiene una preciosa cuesta bastante adelante. Sigo adelante. El número 800 no puede estar lejos, me paro un momento, miro a mi derecha y veo el cartel del Hostel. Hostis!!, pues esto sí que es suerte. No creía que hubiera avanzado tanto.

Es un edificio estrecho y la planta baja y la primera, pertenecen a un restaurante chino. Llamo al timbre, me abren y la cuesta que no he subido me la encuentro en forma de escaleras. Subo al segundo piso, veo la puerta de entrada y tiro del pomo. No abre. Vuelvo a tirar. Nada. Levanto un poco más la vista. Hay un hermoso cartel, con unos dibujos que me dicen que la recepción está un piso más arriba. No me jodas. Arrastro mi cuerpo y las mochilas hasta el siguiente piso. La puerta está abierta y detrás de esta asoma una pierna humana, con zapatilla. Pero qué...? Termino de subir los escalones mirando continuamente la maldita pierna. Cuando llego arriba, me percato que es una pierna de coña, pero muy bien hecha.

Por fin. Entro y me encuentro a una simpática recepcionista que habla a toda velocidad. Le pido que baje un par de marchas. Me explica lo de siempre de los hostels y las peculiaridades de este. Me parece que tiene muchas reglas, pero ninguna es rara. Al ser un hostel pequeñito está todo muy cerca, y a ciertas horas, no dejan usar la cocina, que está ahí, al lado de la recepción. Le pregunto si tienen lavandería, me dice que sí, que son siete pavos, pero que les dejas la ropa y ellos se encargan, de lavarla, doblarla y dejártela en el cuarto, me parece un poco caro, pero te desentiendes. El hostel es el Pacific Tradewinds, pequeño, amigable y muy familiar. Os pongo el enlace, porque lo recomiendo enormemente.

Las habitaciones de los chicos están en la planta de abajo. Te dan una llave para la puerta y un cacharrín para abrir las puertas de fuera, que sólo hay que pasar por un sensor. Me estoy instalando en la habitación, que no tiene puerta, cuando llega un chico indio.

Se llama algo así como  Sudakar, no es coña, el nombre escrito es Shudakara. Me pregunta si tenía pensado hacer algo esa noche. Le digo que dar un paseo y cenar. Pero que necesito una ducha. Me dice que sin problemas, que me espera.

Bajo, y ya creía que iba a ir solo, porque Shudakara no está. Bueno, ando cansadete, así que aprovecho para entrar un poco en internet (tienen dos magníficos Apple con pantalla de 24 pulgadas lo menos). Me siento y entra Shudakara por la puerta, así que aborto mi revisión del correo. Antes de salir preguntamos por un sitio para comer comida china a buen precio. Nos recomiendan el restaurante Nankin, que está bien cerca. Nos dan un mapa y todo.

Shudakara es indio y, al parecer, tiene ciertas normas a la hora de comer, pero no recuerdo si son propias de él, o de la religión, o de la cultura. No come cerdo, y apenas carne.  Creo que llevo demasiado tiempo en México, de esto ya hace más de un mes. Salimos del hostel charlando tranquilamente, es pronto para cenar, y queremos hacer un poco de hambre. La intención es localizar el restaurante y dar una vuelta.

Me cuenta Shudakara que ha venido a trabajar a San Francisco, a un trabajo nuevo. Es informático, jefe de desarrollo. Antes trabajaba en Microsoft (ahí es ná). Os juro que me dijo varias veces dónde trabajaba actuualmente, pero la verdad es que no me acuerdo, no os penséis que en su momento me acordaba. Es una empresa internacional, pero no conocida en España. El caso es que estaba contento con su nuevo puesto. Y que posiblemente pronto se traería a la familia. Tiene mujer y dos hijos. La verdad es que es un chaval bien majete.

Hablando y callejeando al final dimos la vuelta y luego no localizamos el restaurante. Ya eran como las 9 y yo tenía hambre. Hacía buena temperatura, y en un momento dado empieza a llover. Llueve lo suficiente como para pararnos, esperar un rato y preguntar dónde queda el restaurante. No estábamos lejos, pero sí más lejos que desde el Hostel.

Llegamos al restaurante, y está casi lleno. Por suerte, una mesa se levanta y allí que vamos nosotros. Me sorprende que en el pasillo y cerca de la cocina tengan las cajas de cerveza, se ve que el almacén es pequeño. Cenamos muy bien con un par de cervezas chinas.

Volvimos dando otra vuelta y charlando. Tengo que decirlo, Shudakara, habla un inglés con un acento muy raro para mi, pero el caso es que todo el mundo le entiende, aunque yo menos.

Ciao.

PD: No, no hice fotos. Ya llegarán.

Último día en Seattle.

El último día en Seattle lo invertimos en conocer un poco más la ciudad. Yo ya me había dado una vuelta grande por Seattle, pero había una parte que no conocía. Antes de salir del Hostel nos encontramos con Lee, que nos dijo que fuéramos al puerto deportivo, que está muy bien, las vistas son estupendas y tiene un pequeño aeropuerto para hidroaviones. El plan tenía muy buena pinta.

Esta vez no nos acompaña Mike, porque es su último día y su vuelo salía pronto. Así que vamos Aillee, Efi, Gabriel y yo. De camino al puerto nos encontramos con esta camioneta.


Vimos una escena digna del "Hombre y la tierra". Un aguila, intentando matar o llevarse a una gaviota que estaba débil o algo así. También había cuervos y no paraban de graznar.



Al final las gaviotas se salieron con la suya y salvaron a su compañera. Un par de aviones despegaron delante nuestro.




Allí mismo hay un museo, de historia industrial o algo así.


 Pero no nos llamó la atención, la verdad.Preferimos hacernos una foto:

De derecha a izquierda, Gabriel, Ailee, Efi y yo.
La vista desde el puerto estaba realmente bonito:


Tenían también el centro para las embarcaciones de madera:


Y tenían un montón de reglas, pero nadie para hacerlas cumplir, y lo digo sobre todo por la última regla:


El puerto deportivo estaba bonito, en parte porque no tenían muchos barcos:


Luego fuimos andando al centro. La idea era ir a Chinatown. Yo tenía límite de hora, porque el autobús a San Francisco salía a las cinco y media o algo así. El billete lo saqué esa misma mañana. No pude ir en tren ya que salía sobre las nueve am y eran sobre las nueve cuando lo estaba mirando. El viaje en autobús eran unas 24 horas. Efi también iba a San Francisco, así que compartiríamos trayecto. Yo tenía que estar una hora antes para sacar el billete físico. Efi, ya lo tenía impreso.

Bajamos de nuevo a la calle, y seguimos en dirección Chinatown. Nos metimos en otro edificio, creo que era una Biblioteca Pública y además tenían zona de trabajo, en la que se podía usar un ordenador, imprimir, etc. Por dentro estaba muy bien, pero o te la conocías o terminabas dando vueltas un poco a lo tonto, como nos pasó a nosotros.


Por dentro era bien bonito.



Seguimos subiendo hacia la estación.  En uno de los rascacielos decían que había un mirador gratis, así que subimos. En el edificio tienen dos miradores, uno gratis, en el piso diecimucho o ventipoco, y luego otro en lo más alto. Fuimos al primero, que además tenía un Starsbucks y yo tenía hambre. No había malas vistas, pero tampoco eran espectaculares. Tampoco había una visión de 360 grados. No me preguntéis porqué, pero sólo hice una foto, supongo porque tenía las manos ocupadas en un bocadillo.


Seguimos en nuestra ruta. Casi todo lo que estábamos viendo lo había recorrido el día anterior. Llegamos por fin a Chinatown, y la verdad es que me decepcionó un poco. No había casi gente y había pocos símbolos o edificios con temática. Lo mismo era la hora de comer, no sé. Subimos a un parque cuidado por la comunidad. También tenían unos huertos de los vecinos, pero no estaban muy bien cuidados, la verdad (es posible que en invierno los descuiden un poco más).





Seguimos dando una vuelta, y se veían escaparates curiosos.


Una tienda de música o algo así. 
La clásica tienda de tatuajes china.

Aquí, como dice el cartel, venden de todo. Y tienen el Gaunlet en recreativa, la releche.

Y esta es la clásica tienda de electrodomésticos con el clásico póster de Bruce Lee.
Creo que fue Ailee la primera que dijo que tenía hambre, así que buscó en el móvil un restaurante chino que tuviera Dim-Sum del bueno. Tras un par de intentos fallidos, llegamos por fin a uno que le convencía. Me dieron a probar uno, y estaba bien bueno.

Por si os pasáis por Seattle, aquí el Dim Sum es delicioso.
Ya eran las 3 y media, así que decidí regresar al hostel. Estábamos cerca de la estación, así que sabía que era media hora andando, o menos si apretaba bien el paso. Justo antes de salir de Chinatown me encuentro con estos dragones en las farolas. Lo más chino de chinatown.




Llegué al hostel en poco más de 20 minutos. Recogí las mochilas, me despedí y salí por la puerta. Encima de la puerta de entrada tienen la siguiente leyenda.



Y os juro que es verdad.

Pensé, acertadamente esta vez, que ir en taxi me ahorraría no sólo tiempo, sino un bonito dolor de espalda, del que ya se encargarían los asientos del autobús. Cuando ya creía que esta iba a ser mi mejor trayecto en taxi, ya habíamos llegado a la estación de autobuses, le digo al tipo que sólo dispongo de Tarjeta de Crédito (se lo dije al entrar también), me dice que la máquina automática no funciona, así que lo hacemos al método manual. Sí, ese que sólo había visto en las películas de los 80. Ese que te pasan la tarjeta sobre una factura, y luego la cobran en el banco. Cinco minutos después de empezar la operación, salgo del taxi.

Tuve que esperar un poco a que me dieran mi billete y etiquetaran la mochila, porque debí de entrar en el cambio de turno. Una vez con mi billete en la mano, sólo tocaba esperar una hora. Me puse la música para hacer tiempo.



Ciao.

Sólo en Seattle y concierto nocturno

¿Alguna ve os habéis levantado como con un agujero en el pecho¿ Uno de esos días en los que sin querer sólo puedes pensar en lo que has hecho y en lo que no¿ Pues uno de esos días, fue lo que me pasó en Seattle.

Este viaje significa mucho para mi, sé lo que he dejado atrás. Pero también es un viaje interior, sobre todo es un viaje interior. Sabía que un día como este llegaría, realmente no lo había imaginado tan duro. Un día de morriña. Pero no fue solo eso. Cuando te das cuenta que estas haciendo lo que realmente quieres hacer, y que sientes que muchas veces has perdido el tiempo y que estabas perdido. Lo realmente fácil que es dejarse llevar por la vida, pero sin vivirla realmente. Y llorar por no haber sido más valiente y atreverme a hacer, a decir, a vivir en definitiva. Y en ese momento darte cuenta de que estás a quince mil kilómetros de tu familia y tus amigos, y que todo es más fácil cuando los tienes cerca.

Pues con esas ganas andaba yo por Seattle tirando fotos a diestro y siniestro, parándome para respirar y tomar aliento y seguir, porque si no sigo en este viaje, no sé que hacer. Y porque este viaje es para avanzar y no quedarme sin ganas de hacer y de sentir.

Sé que me levanté muy pronto, antes que nadie, y salí rápido. Di una vuelta grande por el puerto hasta la estación y luego de vuelta por las calles paralelas a la Segunda. Era una mañana fría, había escarcha en algunos tejados y hielo en algunas zonas del puerto. Cuando digo tirando fotos a diestro y siniestro, me refiero a esto.

Para llegar a esta barandilla me jugué los cuartos por la madera con hielo.

Aún no me había alejado mucho.

Es un gusto siempre poder ver lejos, se veían las montañas, no sé cuáles porque Seattle está rodeado de ellas.
Así se veía el "skyline" de Seattle.

Se ha puesto de moda tener una noria cerca del agua.

Despegue en 3, 2, 1...

Lo bueno de Seattle es que los edificios no son exageradamente grandes, como en Chicago o Nueva York.

Era sábado o domingo, porque no había mucha gente y los parkings, vacíos.

Llegado un momento me interné por la ciudad a ver qué veía. Esta parte de la ciudad es posiblemente la más bonita.

Siempre digo que hay mucha gente, con mucho tiempo libre. Sólo espero que sigan haciendo cosas como esta.

Aquí el café lleva algo especial.

Esta era la parte industrial antigua de la ciudad, con edificios característicos.

Me recordó a Suiza.

Sí, iba derecho al rascacielos.

Así tapan las obras aquí.

Esa pasarela une el viejo edificio de justicia con el nuevo.

¿Morsas en Seattle?¿En una fachada?

Algo era ello, Club Ártico.

Me encanta el contraste de estos edificios.

Ahora se entiende la canción de los YMCA.

Ese  edificio tan bonito es una biblioteca. Hay pasta en Seattle.

Decoración de navidad. Como se sobran.
Es el edificio más alto de Seattle. O eso parece.
Incluso comparando los edificios de oficinas, se notan los más nuevos.



No todo está a "estrenar" en Seattle.

Otro club, y este no recuerdo de qué era.

¿Os he dicho ya que era pronto?

Si tienes un terreno pequeño y quieres hacer algo grande, llegas a esta conclusión.

Un bonito teatro.

Con estas bonitas puertas.

Y este bonito techo.

Desde esta perspectiva parece bien grande.

Ya decía yo que no veía miel en los super... 

Más edificios, vale, parece que me gusta.

Parece que entra mucha gente en estos apartamentos.

En este país, no tienen reparo a la hora de reconstruir, como en España.

 Este tipo de relojes debieron de poblar la ciudad en algún momento, porque no son nuevos.

Parece que ya volvía a estar cerca.

Seguía haciendo frío. No recuerdo si era un homenaje al pueblo chino, o un regalo de la comunidad china a la ciudad.

Algo tienen los coches americanos antiguos.

Sigue al pájaro azul, eso hice.

Este es un barrio de clase media-alta, y estaba subiendo a una colina. 

Las vistas eran bien bonitas *.

Adiós pájaro.
Sobre las tres de la tarde estaba en dirección al Space Noddle. No parecía que hubiera mucha cola, o eso pensaba yo, terminé un sandwich y una botella de agua en la cola. Una hora después estaba arriba, como no quedaba mucho tiempo para que anocheciera hice tiempo para pillar el atardecer. La verdad es que está bonito Seattle desde el Space Noodle.













Ese día descubrí un sitio que de noche sería perfecto para hacer foto nocturna. Lo malo es que está en una colina y no es nada divertido subir. Además el tiempo se ha quedado con el frío del otro día.




Ya de noche, regreso al Hostel, en la recepción hay como mucha gente. Estoy bastante cansado. Se me acerca Megan, una chica que conocí el día de Thanksgiving, y que no había vuelto a ver. Me dice que tiene entradas para ir a ver Brandi Carlile (ni idea) que es una cantante de folk de Seattle que está de gira y que da tres conciertos en Seattle con la Sinfónica de Seattle. ¿Cómo¿ ¿Un concierto gratis de folk con la Sinfónica de Seattle¿ Mi mente no entiende como esta chica aún no ha conseguido a nadie para el concierto. Sí, claro. Dame 15 minutos que me tengo que dar una ducha y vamos. El concierto es a las 8 y son las 7, luego es media hora andando , así que hay tiempo.

Megan me cuenta que ha hablado con más gente pero que nadie se ha animado, mi mente está a punto de implosionar, de verdad? Increíble. Llegamos al Auditorio hablando de música, allí la espera su prima y su novio que tienen entradas en la primera fila del patio. Nosotros tenemos entradas en el último piso, un poco lejos, pero el sonido es excelente. Megan está emocionada porque es una de sus cantantes favoritas.

Empieza el concierto, en principio sólo sale Brandi con dos acompañantes. Ambos guitarras, o eso me lo parece, pero con guitarras diferentes. Son además gemelos. También hacen los coros. Brandi tiene un voz muy peculiar y unos tonos graves que te estremecen, a mi por lo menos.

No lo disfruto tanto como Megan, porque quitando la versión de "Nothing compares to you" el resto no las había escuchado. Tuvo un detalle que me gustó mucho, y fue cantar sin micrófono. Las primeras filas, donde estaba su prima, lo debió de disfrutar mucho. Desde donde estábamos nosotros se oía, pero no se disfrutaba. Alguna de las fotos creo que salió bien. Llevé la camara pequeña.

Estábamos un poco lejos.





De vuelta insistí en invitarle a unas cervezas a Megan porque era lo mínimo. Las tomamos en un bar enfrente del hostel, que resulta que tenían buena música. Los Doors sonaban cuando nos estábamos sentando. Nos tomamos una y nos invitaron a la segunda. Estuvimos charlando hasta que cerraron.

Fue un final de día muy reconfortante.

Ciao.