Último día en Seattle.

El último día en Seattle lo invertimos en conocer un poco más la ciudad. Yo ya me había dado una vuelta grande por Seattle, pero había una parte que no conocía. Antes de salir del Hostel nos encontramos con Lee, que nos dijo que fuéramos al puerto deportivo, que está muy bien, las vistas son estupendas y tiene un pequeño aeropuerto para hidroaviones. El plan tenía muy buena pinta.

Esta vez no nos acompaña Mike, porque es su último día y su vuelo salía pronto. Así que vamos Aillee, Efi, Gabriel y yo. De camino al puerto nos encontramos con esta camioneta.


Vimos una escena digna del "Hombre y la tierra". Un aguila, intentando matar o llevarse a una gaviota que estaba débil o algo así. También había cuervos y no paraban de graznar.



Al final las gaviotas se salieron con la suya y salvaron a su compañera. Un par de aviones despegaron delante nuestro.




Allí mismo hay un museo, de historia industrial o algo así.


 Pero no nos llamó la atención, la verdad.Preferimos hacernos una foto:

De derecha a izquierda, Gabriel, Ailee, Efi y yo.
La vista desde el puerto estaba realmente bonito:


Tenían también el centro para las embarcaciones de madera:


Y tenían un montón de reglas, pero nadie para hacerlas cumplir, y lo digo sobre todo por la última regla:


El puerto deportivo estaba bonito, en parte porque no tenían muchos barcos:


Luego fuimos andando al centro. La idea era ir a Chinatown. Yo tenía límite de hora, porque el autobús a San Francisco salía a las cinco y media o algo así. El billete lo saqué esa misma mañana. No pude ir en tren ya que salía sobre las nueve am y eran sobre las nueve cuando lo estaba mirando. El viaje en autobús eran unas 24 horas. Efi también iba a San Francisco, así que compartiríamos trayecto. Yo tenía que estar una hora antes para sacar el billete físico. Efi, ya lo tenía impreso.

Bajamos de nuevo a la calle, y seguimos en dirección Chinatown. Nos metimos en otro edificio, creo que era una Biblioteca Pública y además tenían zona de trabajo, en la que se podía usar un ordenador, imprimir, etc. Por dentro estaba muy bien, pero o te la conocías o terminabas dando vueltas un poco a lo tonto, como nos pasó a nosotros.


Por dentro era bien bonito.



Seguimos subiendo hacia la estación.  En uno de los rascacielos decían que había un mirador gratis, así que subimos. En el edificio tienen dos miradores, uno gratis, en el piso diecimucho o ventipoco, y luego otro en lo más alto. Fuimos al primero, que además tenía un Starsbucks y yo tenía hambre. No había malas vistas, pero tampoco eran espectaculares. Tampoco había una visión de 360 grados. No me preguntéis porqué, pero sólo hice una foto, supongo porque tenía las manos ocupadas en un bocadillo.


Seguimos en nuestra ruta. Casi todo lo que estábamos viendo lo había recorrido el día anterior. Llegamos por fin a Chinatown, y la verdad es que me decepcionó un poco. No había casi gente y había pocos símbolos o edificios con temática. Lo mismo era la hora de comer, no sé. Subimos a un parque cuidado por la comunidad. También tenían unos huertos de los vecinos, pero no estaban muy bien cuidados, la verdad (es posible que en invierno los descuiden un poco más).





Seguimos dando una vuelta, y se veían escaparates curiosos.


Una tienda de música o algo así. 
La clásica tienda de tatuajes china.

Aquí, como dice el cartel, venden de todo. Y tienen el Gaunlet en recreativa, la releche.

Y esta es la clásica tienda de electrodomésticos con el clásico póster de Bruce Lee.
Creo que fue Ailee la primera que dijo que tenía hambre, así que buscó en el móvil un restaurante chino que tuviera Dim-Sum del bueno. Tras un par de intentos fallidos, llegamos por fin a uno que le convencía. Me dieron a probar uno, y estaba bien bueno.

Por si os pasáis por Seattle, aquí el Dim Sum es delicioso.
Ya eran las 3 y media, así que decidí regresar al hostel. Estábamos cerca de la estación, así que sabía que era media hora andando, o menos si apretaba bien el paso. Justo antes de salir de Chinatown me encuentro con estos dragones en las farolas. Lo más chino de chinatown.




Llegué al hostel en poco más de 20 minutos. Recogí las mochilas, me despedí y salí por la puerta. Encima de la puerta de entrada tienen la siguiente leyenda.



Y os juro que es verdad.

Pensé, acertadamente esta vez, que ir en taxi me ahorraría no sólo tiempo, sino un bonito dolor de espalda, del que ya se encargarían los asientos del autobús. Cuando ya creía que esta iba a ser mi mejor trayecto en taxi, ya habíamos llegado a la estación de autobuses, le digo al tipo que sólo dispongo de Tarjeta de Crédito (se lo dije al entrar también), me dice que la máquina automática no funciona, así que lo hacemos al método manual. Sí, ese que sólo había visto en las películas de los 80. Ese que te pasan la tarjeta sobre una factura, y luego la cobran en el banco. Cinco minutos después de empezar la operación, salgo del taxi.

Tuve que esperar un poco a que me dieran mi billete y etiquetaran la mochila, porque debí de entrar en el cambio de turno. Una vez con mi billete en la mano, sólo tocaba esperar una hora. Me puse la música para hacer tiempo.



Ciao.

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